Recuerdo con mucha claridad aquel momento en el que nos dieron la noticia de que nuestra hija de apenas tres años de edad, fue diagnósticada con TEA nivel 1, no sabía en ese momento cómo reaccionar y lo más importante con asimilar la noticia. Pero al paso del tiempo, hemos aprendido como familia, y yo como madre y profesionista, a crecer junto con ella y su pequeña hermana, a navegar en este barco lleno de muchos obstáculos, desafíos y oportunidades.
Una parte importante que me gustaría compartir en esta columna es como ha sido mi crecimiento espiritual y profesional como madre de una niña con autismo. El crecimiento espiritual es el cambio de la naturaleza de nuestro ser, implica la transformación, la conducción hacia la madurez y la plenitud. (Dans, 2021)
Me di cuenta que el crecimiento espiritual es primordial para poder generar bienestar y felicidad a la familia, muy especialmente para mí. Con ello he aprendido a manejar el estrés y la adversidad de manera más efectiva, lo que me ha permitido ser más resiliente y aumentar la confianza en mí misma.
En lo que respecta al ámbito profesional, ha sido bastante difícilm ya que me he tenido que adaptar a las circunstancias, escenarios y pruebas de las cuales uno no está preparada para enfrentarlas. El tener que dejar aquello que te apasiona, decir no a oportunidades y ofertas laborales, sentir esa impotencia por no poder continuar con tu crecimiento es algo bastante frustrante. Sin embargo, “soltar” me ha llevado a ser mucho más flexible, paciente y amorosa con mi hija y mi familia.
Pero más allá de todo lo que dejamos, enfrentamos y vivimos, he logrado entender que mi hija es muy valiosa, con sus propias capacidades diferentes y debilidades que no la definen, sino la hacen única, y como su mamá, siempre debo estar ahí para cobijarla, comprenderla y ayudarla en su crecimiento para que ella desarrolle sus capacidades de la mejor manera posible.
Como lo he mencionado en columnas pasadas, es un viaje sin conocimiento y no sabemos su final; es desafiante, pero al mismo tiempo lleno de experiencias, conocimientos y oportunidades. Como mujer he aprendido a ser más resiliente, optimista, paciente y amorosa. Y esto me ha recalcado que las caídas pueden ser grandes, pero que la recompensa por levantarte y seguir adelante es grande; y sé que siempre encontraré la luz y la esperanza en este viaje llamado autismo.