Los charales son una delicia culinaria, muy apreciables en la mesa de las familias mexicanas. Esos pequeños peces de la familia Atherinopsidae, son una parte integral del ecosistema acuático en el centro de México. Estos animales, fácilmente reconocibles por su distintiva banda plateada a lo largo del cuerpo, tienen un importante valor biológico, cultural, económico y alimentario.
Por ejemplo, el Lago de Chapala, en Jalisco, considerado el embalse más grande de México, es el principal hogar de ésta especie, y en sus orillas es común consumir los charales dorados con sal y chile y empanizado, ya que son una excelente botana.
A pesar de su relevancia en la fauna acuática y en la alimentación humana, los charales están enfrentando serios problemas que amenazan su supervivencia, lo que los coloca en peligro de extinción, según datos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Las poblaciones de charales no solo se ven afectadas por la pesca, sino que existen otros elementos adversos que ponen en peligro su existencia. Por un lado, la introducción de otras especies a su hábitat y, por otro, la contaminación de los cuerpos de agua en que habitan.
Algunas especies de peces introducidas compiten por el espacio y el alimento con los charales y algunas se alimentan de ellos; estas especies también introducen parásitos o enfermedades.
El enemigo público de los charales son la carpa común (Cyprinus carpio), una especie de gran importancia comercial en el país, introducida por ahí de 1886 para poblar y repoblar embalses y lagos e incrementar su producción piscícola. Es una especie omnívora muy generalista, come casi cualquier cosa; cuando entra en el ecosistema del charal la afecta gravemente porque se alimenta de sus huevecillos adheridos a la vegetación.
Los charales son ricos en calcio, potasio, fósforo, sodio, hierro, magnesio, yodo, niacina y vitaminas C, E, B y A, imprescindibles en el desarrollo del sistema nervioso, también contienen pocas grasas, nada de hidratos de carbono y son generosos en aceites omega 3.
Pueden servirse como botana, plato fuerte, en tacos, caldos, salsas o incluso bebidas y tamales; en estados como Jalisco y Michoacán, los charales secos se tuestan con chile y sal de gusano para acompañar mezcal o tequila.
En Semana Santa se pueden preparar tamales rellenos de charales, charales en escabeche o en caldillo con nopales y verduras; otras recetas populares incluyen salsas de tomatillo con charales, tortitas con papa y nopales, e incluso polvos para sazonar sopas y ensaladas.