El 5 de mayo (1862) es una fecha conmemorada y casi sagrada en México, que incluye asueto oficial para burócratas, desfiles y discursos. Conmemora la épica victoria del general Ignacio Zaragoza y sus valerosos soldados en la llamada Batalla de Puebla contra el ejército de Napoleón III (sobrino de Napoleón Bonaparte), por aquel siglo XIX el más poderoso del mundo.
Gobernaba el presidente Benito Juárez y México venía de la época conocida como la Guerra de Reforma o de los Tres Años; la Ciudad de México recibía al Benemérito de las América, que tomaba el control de un país en llamas y en quiebra, amenazado por intereses extranjeros, como desde su Independencia.
En Francia reinaba Napoleón III, en 1861 en Estados Unidos estallaba la Guerra de Secesión y los franceses, con ambiciones expansionistas, se frotaban las manos para tomar México e incursionar en esta parte de un continente con abundantes recursos por explotar, sin una clase política aún a la altura de su potencial.
México tenía vigente una deuda con las potencias Francia, España y Gran Bretaña, que vía la Convención de Londres, junto con España y el Reino Unido, buscaron el modo de garantizar ese pago; en diciembre de ese año llegaron a Veracruz los barcos españoles y en enero de 1862 los de los franceses y británicos. Pretendían el asedio, la invasión, solo hacía falta el pretexto y lo tenían, aunque no la razón.
Sin embargo, la habilidad del presidente Benito Juárez, que logró los Tratados de La Soledad desactivó a británicos y españoles un mes más tarde; sin embargo, Francia persistió en lo suyo.
El 28 de abril se dio el el primer combate entre ejércitos franceses y mexicanos en las Cumbres de Acultzingo, Veracruz; ahí se enfrentaron el general Ignacio Zaragoza y el Conde de Lorencez, el resultado fue la derrota mexicana, por lo que las tropas se retiraron hasta Puebla.
Francia siguió avanzando y el 5 de mayo inició una nueva batalla entre los ejércitos; alrededor de las 11:15 de la mañana los franceses atacaron los famosos fuertes de Loreto y Guadalupe, impenetrables en ese episodio, lo que llevó al retiro momentáneo francés a las 5 de la tarde, tras tres fallidos intentos por supear las líneas mexicanas.
El momento quedó inmortalizado con la célebre frase con que el general Ignacio Zaragoza comunicó al presidente Juárez lo sucedido: “Las armas mexicanas se cubrirían de gloria”.
Con el tiempo sobrevino otra estrategia, ya no el ataque frontal, sino el sitio de la ciudad, lo que también fue heroico por parte de los mexicanos, porque lograron retrasar el avance europeo hacia la capital del país. Finalmente el ejército francés entró un año más tarde a Puebla, en mayo de 1863 y en junio a la capital del país.